15/9/09

Relación médico-paciente en la Institución de salud


El derecho a la salud y la comunicación

Lic. María Laura Braga

Según el médico y humanista español Pedro Laín Entralgo, la relación médico, paciente, familia es el acto central de la actividad clínica. En esta nota, nos interesa pensar si el contexto institucional en el que se implementa influye en la comunicación de dicha tríada de modo que responda a un ejercicio de la medicina más humanizado y para todos.

La consulta médica implica una interrelación de sujetos que necesita ser entendida dentro del marco institucional en el que se desarrolla. El hospital, clínica u organización de salud se “imponen” como ámbitos que albergan esta relación. A su vez, las características del contexto social establecen pautas que definen buena parte del nexo establecido.

En todo vínculo, es fundamental tomar en cuenta el diálogo y el cuidado de los escenarios para el mismo. El ambiente brindado por las organizaciones de salud condiciona las relaciones que en su interior se desarrollan y, en consecuencia, plantean desde su perspectiva -ya sea estatal o privada-, los principios que rigen la práctica médica. A su vez, esta institución está inserta en el entorno actual que la determina y condiciona. Así, hoy la medicina presenta las siguientes características:

· Un sistema de salud orientado hacia un proceso permanente de perfeccionamiento de la calidad y la eficacia en la atención;

· Un profesional que está ante un paciente-cliente, que es consumidor de bienes y servicios;

· Diversos avances tecnológico-científicos que continuamente apoyan la práctica galena;

· Los condicionamientos de tiempo que llevan a una atención breve en la que tanto el profesional como el paciente no pueden expresarse plenamente.

Esto se presenta en distinta medida según se trate de una institución con mayores o menores recursos. Queda claro que la forma de atención no es igual para todos.

Si bien estas características condicionan a quienes participan del acto médico, la competencia comunicacional del médico o de la enfermera también podrá contribuir al desarrollo de una interacción adecuada. El hecho de que el profesional tenga dominio de las competencias lingüística, paralingüística, no verbal y pragmática –que hacen en sí a la competencia comunicativa-, se reflejará en el correcto uso del vocabulario, una adecuada pronunciación, el buen uso el lenguaje no verbal; y se posibilitará entonces una comunicación adecuada que conduzca a la empatía.

Ahora bien, para que se dé una comunicación empática, el profesional necesitará alcanzar la capacidad de ponerse en el lugar del paciente y sentir aquello que a este le pasa. Será la competencia pragmática la que lo lleve a adecuar el uso de las otras competencias según el ámbito. Es aquí donde el médico necesita esforzarse por sentir aquello que le pasa al enfermo. No se trata solamente de “sentir” el dolor, sino percibir su problemática en tanto, por ejemplo, barreras burocráticas, desplazamientos para encontrar dónde atenderse, tiempos de espera y la “prolongación en el tiempo de los turnos otorgados”, etc. El cuidado de estos aspectos hará también a los beneficios intrínsecamente terapéuticos de la empatía.

Los aspectos planteados no siempre se respetan en el cuidado de la salud de toda la población. Algunos establecimientos se ocupan de formar y seleccionar profesionales que respondan al perfil del lugar, de implementar prácticas innovadoras, utilizar tecnologías acordes a su presupuesto, etc. Otros centros no cuentan con lo necesario para una atención integral en la que se efectúen prácticas médicas actualizadas y eficaces. Como ya dijimos, la atención en las instituciones de la salud no es igual para todos. Sin embargo, a la hora de comunicar será el profesional quien pueda establecer un buen vínculo con el paciente con su idoneidad y una formación adecuada en este sentido.

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