7/6/14

Nosotros... los periodistas



A propósito de la próxima conmemoración del Día del Periodista, Washington Uranga reflexiona sobre el momento actual de la profesión, las exigencias éticas y políticas de cara a las audiencias y, también, ante hechos recientes, sugiere la necesidad de una autocrítica por parte de los profesionales de la comunicación.

Por Washington Uranga
Ignacio Ramonet, el periodista español que fue director del periódico francés Le Monde Diplomatique y es reconocido en todo el mundo, escribió en su libro La explosión del periodismo que “un buen número de periodistas cree que las que son sagradas son sus –no siempre demostrables– opiniones, y no dudan por tanto en deformar los hechos para adaptarlos como sea a sus prejuicios”.
Es seguro que no pocos, por razones ideológicas y políticas si bien no profesionales, podrán poner en tela de juicio las afirmaciones de Ramonet a pesar de su trayectoria. Cuando conviene a determinados intereses el intento será descalificar a la fuente, al autor, sin reparar siquiera en sus dichos. En otros casos, si las palabras sirven para apuntalar las acusaciones o los prejuicios, bastará con sobredimensionar el valor del enunciatario para justificar así un titular, un zócalo televisivo, una noticia que está lejos de ser tal.
La frase citada de Ramonet ha sido extractada de un capítulo que lleva por título “Mentirosos compulsivos” e incluye el relato de varios casos famosos de todo el mundo donde la intervención de los medios y los periodistas para falsear la verdad de los hechos se transformó en un argumento fundamental para la acción política y militar de los centros de poder. Recuérdese, sólo a modo de ejemplo, las denuncias sobre las “armas químicas”, la “bomba atómica” y, en general, “las armas de destrucción masiva” adjudicadas a Irak –información luego desmentida por los propios invasores norteamericanos– y que justificaron la guerra de aniquilamiento perpetrada a partir de marzo del 2003.
Lo que sucede entre nosotros con el ejercicio del periodismo está muy lejos de tener los alcances de la tragedia iraquí. Pero los métodos no son muy diferentes. Quizá la próxima conmemoración del Día del Periodista (7 de junio) podría ser una ocasión para que los periodistas intentemos una reflexión autocrítica –largamente postergada– sobre nuestra labor, la responsabilidad que nos cabe, nuestras condiciones laborales y, sobre todo, acerca del servicio que podemos prestar a la sociedad. También para sincerarnos sobre aquello que no somos.
Ayudaría a esto revisar hechos recientes como, por ejemplo, todo lo acontecido, visto y leído en torno de la carta del papa Francisco a la presidenta Cristina Fernández. Episodio en el cual, al margen de la endeblez de la fuente y de los errores cometidos desde el Vaticano, quedó en evidencia la manipulación de los hechos, la tergiversación de la verdad y la utilización política por parte de grupos empresarios, medios y periodistas.
Nosotros... los periodistas no somos objetivos. Parte de la falacia es pretender serlo. Pero ello no implica que no podamos atenernos a la verdad de los hechos. Ser veraces, exponer los acontecimientos con el mayor esfuerzo de rigurosidad –aunque cualquier recorte esté impregnado por la mirada de quien selecciona– tiene que ser un imperativo ético. Recortar, ocultar parte de la verdad o inducir al error de las audiencias es manipulación y atentar contra la libertad y el derecho a la comunicación de la ciudadanía. Es también faltarles el respeto a quienes nos leen y nos escuchan.
Nosotros... los periodistas no somos los guardianes de la democracia. La democracia tiene sus propios mecanismos y recursos. A nosotros sí nos corresponde aportar datos, elementos, informaciones plurales, apoyadas en fuentes ciertas y diversas, para que los ciudadanos y las ciudadanas puedan adoptar sus propias decisiones.
También podemos opinar. Después de informar y por nuestra calidad de ciudadanos y ciudadanos que asumen –como otros– su compromiso con la sociedad. En nuestro caso, contar con información supuestamente privilegiada y la utilización de los medios de comunicación no hace sino aumentar la responsabilidad de nuestros actos.
El enfrentamiento político e ideológico, la polarización de intereses y posiciones, está generando una situación poco agradable y cómoda para el ejercicio del periodismo. Y no por el presunto enfrentamiento entre quienes se presumen “independientes” y aquellos que se autotitulan “militantes”. Sino porque el periodismo como tal pierde credibilidad y, a renglón seguido, se desvirtúa y se desdibuja su necesario aporte a la sociedad y la ciudadanía.
Ojalá podamos –todos y todas– los que estamos en esta profesión revisar autocríticamente nuestras propias prácticas profesionales. Sin olvidar ni subestimar nuestra condición de trabajadores en relación de dependencia antes que “profesionales liberales”, nuestras inevitables relaciones con el poder y la atención a las condiciones de trabajo que, para la gran mayoría, son cada vez más precarizadas. Quizá, reflexionando sobre el periodismo real, podamos rescatar el sentido de la profesión en torno del servicio y a la búsqueda de la verdad.
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-247773-2014-06-07.html

Félix Díaz y la Comunidad Qom. De víctimas a victimarios



Una vez más la justicia formoseña y el gobierno de la provincia se unen para descalificar y acusar a Félix Díaz y a los integrantes de la Comunidad Potae Napocna Navogoh (La Primavera) como los responsables de delitos que no cometieron. Si alguien es responsable de la violencia es el gobierno provincial y la total indiferencia del gobierno nacional.
Cuando fuimos el Juzgado que preside el Juez Santos Gabriel Garzón en Clorinda, nos sorprendió que las acusaciones contra los QOM y en especial contra Félix Díaz  alcanzaban una altura de 50 centímetros, en las que se acumulaban un sin fin de papeles que perjudican  a los Qom y el expediente de Roberto López, Qom asesinado por la policía formoseña, se reduce a escasas tres hojas; hay fotos donde se documenta que junto al cuerpo del  QOM asesinado no hay arma alguna, y en  otra foto posterior la policía le pone un arma para justificar el crimen; pareciera que la vida de los indígenas no cuentan en la provincia y todas las culpas se derivan hacia ellos; y tanto el gobierno de la provincia como el juez  ignoran  las 17  casas quemadas, los documentos, bicicletas, como  la fuerte represión policial.
Las acusaciones contra Felix Díaz y uno de los miembros de la Comunidad son: por daños, robo, atentado contra la autoridad con armas y lesiones, por lo que se le dicta el ”Embargo No. 133/2013- por 10.000 pesos, bajo la causa  No. 743/2011”, Fernández Eugenio s/daños, robo, atentado contra la  autoridad con arma y abuso sexual, en el juzgado de Clorinda No 2- a cargo del juez Gabriel Garzón.
No les faltó nada más para acusarlos y exponerlos ante una justicia sometida al poder político, sin garantía alguna para la vida y seguridad de la comunidad Qom y Félix Díaz.
La Comisión de Garantes constituida para apoyar a el reclamo de la Comunidad, durante largos meses y horas de trabajo en el Ministerio del Interior que preside el Ministro Florencio Randazzo,  trató de llegar a una solución justa, pero todo fue inútil, se desconocieron las elecciones ampliamente ganadas por Félix Díaz (610 votos del total de los votantes 1256), fueron objeto de violencia contra su familia, un hijo tuvo que ser hospitalizado por los golpes recibidos, la amenaza es permanente;  como el desconocimiento del derecho de los pueblos originarios, violando la Constitución Nacional, el Convenio 169  de la OIT , la Declaración Universal de los Derechos de los pueblos indígenas de la ONU.
A todo esto la justicia formoseña, aliada con el poder político, busca dañar a la Comunidad Qom y en especial a Felix Díaz, embargando sus bienes, que realmente son escasos, basta ver la situación de la comunidad que tratan de enfrentar dignamente  reclamando sus tierras y las necesidades básicas, como el agua, salud y educación. Por lo visto la justicia  formoseña  en su complicidad, no quiere ver la realidad y busca condenar a los Qom.
Con el relevamiento de los territorios indígenas en Formosa, discriminaron a la Comunidad Qom La Primavera, actuando con autoritarismo y desconociendo la realidad.
Denunciamos las graves violaciones de los derechos humanos por el gobernador Gildo Insfran y la complicidad del Gobierno Nacional, reclamamos el respeto  de los  derechos de los pueblos originarios: a sus tierras, identidad, valores y espiritualidad.
Reclamamos el cese de la represión y persecución a Félix Díaz, su familia y la comunidad Qom. La democracia es de todos y todas y no puede ser bastardeada por los intereses del gobierno y una justicia condicionada por el poder político de turno.
Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nobel de la Paz
Presidente del Servicio Paz y Justicia
http://www.adolfoperezesquivel.org/?p=3519  (Buenos Aires, 05 de junio de 2014)

Proa Comunicación acompaña este reclamo que sostiene Pérez Esquivel junto a otras personas y organizaciones que no le es indiferente la injusticia que se sigue cometiendo desde hace cinco siglos con los pueblos originarios.