15/9/09

ESTAMOS DISTRAÍDOS

Si soy pobre en un país tan desigual
como Argentina, cada tanto, alguien se ocupa muy mal de mí.



Todos padecemos los efectos de una política pública, con débil vocación de incluir a las grandes mayorías. Años atrás, la desregulación del mercado financiero generó una enorme bolsa especulativa, pero casi ningún líder político, técnico, comunicador, artista o analista asociado a los medios de prensa se le ocurrió llamar a una marcha para evitar el derrame de pobreza que ello implicaba. Cuando vino el ciclo “privatizador” muy pocas voces se escucharon con fuerza para resistir semejante “robo calificado”. Era el Estado quien se colocaba en un plano de “ajenidad” repugnante, y otra vez muchas mujeres y hombres comunes, de mi barrio, de la cultura, la política, periodistas, obreros y empresarios no pedían que los gobernantes se ocupen de los desocupados, de la falta de viviendas, de sus cuerpos mutilados por la pobreza.

Estallan las hipotecas, y el pueblo sale, rematan campos y el pueblo marcha, corrigen el índice cambiario o traban un “corralito” a los ahorros y el pueblo cacerolea. Pero si los pobres piden más planes trabajar y subsidios para sostener un comedor comunitario, los piquetes molestan. Si los piqueteros son cooptados por líderes inescrupulosos para apoyar la campaña de algún candidato son juzgados como “negros cabezas”. Algo así como un cuerpo que no piensa porque su cabeza es negra, por lo tanto no merece caminar por las mismas rutas ni veredas que yo.

No recordamos a ninguno de la grey artística que hoy tiene micrófono decir que querían cárcel para los especuladores del “tren blanco” que se hicieron ricos gracias a los borrachos, drogones, gordas y pibitos que cartoneaban cada noche hasta la madrugada, mientras dormíamos en una cama abrigada sin que molesten mi paisaje cotidiano.

Algo endulzaba el oído y mudaba las palabras cuando una adolescente “bella cartonera” fue convertida en maniquí europea. Esa misma niña fue ponderada por la farándula hueca como una excepción. Pero les cuesta aceptar que si tenemos oportunidades todos somos exitosos. Y otra vez más podemos pasar años desentendidos irresponsablemente del empuje a la indigencia de cada vez mayor cantidad de personas, que ahora son juzgados como “irrecuperables”, que no tiene “código”, “matan por matar”.

¿Pero quien se ocupó de ellos, de sus padres, de sus abuelos, de sus hijos cuando sufrían postergación a cada momento, en todos los espacios? ¿Quién vino por ellos? Vinieron algunos, y llegaron hasta la cocina de sus enclenques casas a ofrecerles vender droga. Porque si nadie los ve ni registra, la mano criminal sí los busca y seduce con el dinero fácil. Y los convence que su vida no vale nada. No sólo en la cárcel hay escuelas del delito, en mi barrio, y por las calles de mi pueblo también hay varios desocupados seducidos por la clandestina venta de pistolas robadas, pastillas o celulares.

Pero a los pobres ya les robaron la vida, no les dan un nombre, tenemos cuarta generación de indocumentados, la deserción más alta y la escolaridad más desigual, y las esperas más largas en los pasillos del hospital.

Cuando la clase media deja de consumir cosas inútiles, puede regular su vida cotidiana, y apenas frustrarse, pero los pobres cuando dejan de comprar se trata de comida, y sus cuerpos tienen marcas inalterables. Se van instituyendo hasta formas precarias de hablar, comunicar, vestir, y eso alcanza para PORTAR CARA DE POSIBLE DELINCUENTE. Si me colocan ahí en ese “no lugar” es probable que de tanto pasar por allí origine en mí una identidad delictual.
Cada tanto alguien se ocupa muy mal de mí, si soy pobre en un país tan desigual. Porque el problema no es mi pobreza sino que no soy obediente y tolerante a los embates de la miseria.


Hoy cualquier ciudadano temeroso se asocia con un vecino, y otro y otro y puede marchar con cartulinas a la puerta del municipio. Pero ¿no se les ocurre pedirle al intendente que reparta el dinero de las partidas que le han girado para atender a las familias más postergadas? Sólo le piden una excavadora para hacer una zanja alrededor de un barrio para que les cueste escapar y así apresarlos. Le piden enérgicamente que “haga algo”, y le sugieren “enciérrelos”, mátelos” que nosotros lo vamos a apoyar. Pero
¿no se han dado cuenta que ya estaban moribundos por nacer en un hogar pobre? Y ese intendente sale a la tarima y les promete cárcel, planes policiales especiales y abrir los galpones del ejército para encerrarlos. Aquellos que otrora fueran sus clientes políticos más baratos.

Intimemos a contratar a los mejores artistas, talleristas, trabajadores sociales, psicólogos, médicos, mecánicos, carpinteros, malabaristas, y que esas capacidades ociosas del Estado se conviertan en centros de contención, liberadores de tanto autoritarismo. Lugares para la expresión de la “no palabra” tantas veces negada por su condición de pobre en una Argentina tan desigual.

Pidamos más escuelas en lugar de cárcel. Sería prudente ampliar el sistema a una doble escolaridad, y que se achiquen las subvenciones a las instituciones privadas, que en las últimas décadas se han convertido en el negocio más rentable convirtiendo a los estudiantes en clientes.

A los doloridos ciudadanos que han sido víctimas de delitos insospechados sepamos que todos estamos en riesgo, y si bien es poco probable que no nos ciegue la bronca, a ustedes también les pedimos que acompañen a las mujeres y hombres concientes de su historia y su tiempo para exigir a los gobernantes y comunicadores que no insistan en desviar la mirada sobre la compleja problemática de los “desventajados sociales” organizando cárceles, bajando la imputabilidad o pidiendo muerte. Hay opciones más alentadoras y humanas que el encierro y el olvido. Primero los olvidamos, los negamos y cuando irrumpen de la mano del delito los queremos hacer desaparecer.

A los gobernantes les exigiremos a cada momento, en cada acción profesional que no nos expongan tan irresponsablemente a medidas precarias, espontáneas, impensadas pero efectivas para los ciudadanos distraídos.

Comisión de Protección de Derechos de la Niñez.
Andrea Fortino, Graciela Gómez, Silvia Zonco, Mirta Rivero, María José Cano. Colegio de Trabajadores Sociales


Nota de la Redacción: Los artículos publicados no necesariamente coinciden con la opinión de los responsables del blog.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece muy valiosa la iniciativa, especialmente por sus objetivos.
Lidia