Por Mario Wainfeld
Cuando un dirigente sacralizado muere de ancianidad
los pueblos desamparados consideran, sin embargo, esa muerte una muerte
violenta.
Cuando los estudiantes del año 3000 abran sus libros de historia en las páginas del siglo veinte leerán quizá: URSS, Stalin; Yugoslavia, Tito; Gran Bretaña, Churchill; Francia De Gaulle; China, Mao. Preguntarán entonces: “¿Eran los nombres de las capitales?”. Se les contestará “no, eran los nombres de los dioses de ese siglo”. Y los niños de las escuelas del futuro sacudirán la cabeza pensando qué difícil sería para los hombres vivir en un tiempo en el que los dioses habitaban entre ellos. Bernard Chapuis en Le Monde, a propósito de la muerte de Mao Tse Tung.
Cuando los estudiantes del año 3000 abran sus libros de historia en las páginas del siglo veinte leerán quizá: URSS, Stalin; Yugoslavia, Tito; Gran Bretaña, Churchill; Francia De Gaulle; China, Mao. Preguntarán entonces: “¿Eran los nombres de las capitales?”. Se les contestará “no, eran los nombres de los dioses de ese siglo”. Y los niños de las escuelas del futuro sacudirán la cabeza pensando qué difícil sería para los hombres vivir en un tiempo en el que los dioses habitaban entre ellos. Bernard Chapuis en Le Monde, a propósito de la muerte de Mao Tse Tung.
Cuánto sufre un analfabeto, no se lo imagina nadie;
porque hay algo que se llama autoestima, que es más importante, incluso, que
los alimentos, la autoestima. La calidad de vida es otra cosa, calidad de vida
es patriotismo. Calidad de vida es dignidad, calidad de vida es honor; calidad
de vida es la autoestima a la que tienen derecho a disfrutar todos los seres
humanos”. Fidel Castro, en las escalinatas de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, 2003.
Fidel
murió anciano, cuando llevaba más de diez años extrañado del poder. Ese fue el
destino del refundador de la nación cubana: envejecer junto a su proyecto
político.
Los estadistas que perviven cargan con los altibajos de hacerse cargo de la realidad, los cambios, las defecciones, las contradicciones, los retrocesos, el deterioro que es compañero del paso del tiempo. También les caben los logros, las conquistas, el amor de los propios, el odio inalterable de las derechas del mundo, tanto las que celebraron ayer en las calles de Miami como las que se regodearán hoy en los medios dominantes y en los quinchos VIP.
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Su nombre es el de su patria, de los que menciona la cita de Chapuis. Parte el
último fundador de naciones del siglo XX, que fue sucesivamente y sin fatiga,
un joven insurgente con las armas en la mano, un tribuno de su propia causa, el
estadista que intentó el asombroso experimento de implantar el socialismo en un
solo país, pequeño en tamaño y población.Los estadistas que perviven cargan con los altibajos de hacerse cargo de la realidad, los cambios, las defecciones, las contradicciones, los retrocesos, el deterioro que es compañero del paso del tiempo. También les caben los logros, las conquistas, el amor de los propios, el odio inalterable de las derechas del mundo, tanto las que celebraron ayer en las calles de Miami como las que se regodearán hoy en los medios dominantes y en los quinchos VIP.
Consiguió
lo imposible: sobrevivir él mismo y su proyecto al asedio del mayor imperio de
la historia, sito a tiro de cañón de la isla. La CIA, el Departamento de
Estado, tantos presidentes de Estados Unidos planificaron su derrocamiento, la
invasión, carradas de atentados terroristas, aquellos que los gringos condenan
cuando hablan ex catedra pero que promueven y concretan más que nadie.
Este cronista renuncia acá a un veredicto genérico
sobre la vastedad de su obra, las carencias del proyecto revolucionario, las
fallidas acciones económicas, las libertades públicas limitadas o conculcadas,
la zafra desmesurada, el período especial, Fresa y Chocolate. En estos días y
semanas “todo el mundo” pontificará sobre Fidel, su prédica y sus políticas que
fueron mutando conforme pasaron los años.
Un método comparativo justo, supone sin
originalidad quien esto escribe, debe cotejar a Cuba con lo que era a fines de
la década del ‘50: un burdel poblado de casinos, tal como reseñó Francis Ford
Coppola en El Padrino. O con otras comarcas de su región, que eligieron (o
fueron sometidas) a un trato más amigable con la mega potencia vecina.
La Guerra Fría es ahora una evocación distante, para muchas personas tan remota como el Imperio Romano. En su momento, formateó el mundo bajo paradigmas imposibles de evaluar con los imaginarios del siglo XXI. En aquel entonces Fidel quiso exportar la Revolución, una fantasía ampulosa. El Che Guevara murió en esa empresa: quedó en la memoria para siempre, joven, bello y perfecto. Como Evita… A Fidel le cupo el rol de Perón: seguir a cargo de la política cotidiana, mostrarse maduro o enfermo, sobrellevar desafíos y desdichas.
La Guerra Fría es ahora una evocación distante, para muchas personas tan remota como el Imperio Romano. En su momento, formateó el mundo bajo paradigmas imposibles de evaluar con los imaginarios del siglo XXI. En aquel entonces Fidel quiso exportar la Revolución, una fantasía ampulosa. El Che Guevara murió en esa empresa: quedó en la memoria para siempre, joven, bello y perfecto. Como Evita… A Fidel le cupo el rol de Perón: seguir a cargo de la política cotidiana, mostrarse maduro o enfermo, sobrellevar desafíos y desdichas.
Desde hace décadas los cubanos que salen en misión
de las islas exportan educación y salud. Puertas adentro su país desconoce el
analfabetismo, el hambre, las enfermedades que agravan la pobreza. Eso no vale
nada en el inventario del modelo hegemónico, que se conduele verbalmente de la
miseria mientras la provoca.
El
presidente boliviano Evo Morales, que lo admiró como un pibe de sectores
sumergidos que fue (y sigue siendo), lo evocó en el canal Telesur y arrimó una
cifra, que vale la pena subrayar. Setecientos mil bolivianos fueron operados de
la vista por médicos cubanos. La propia Canciller argentina Susana Malcorra
comentó un par de meses atrás que la única acción internacional sanitaria
exitosa en África es la emprendida por Cuba. Ni los grandes estados del
planeta, ni los laboratorios multinacionales, ni las ONG (aun las virtuosas,
que las hay) son eficaces o siquiera presentes.
Tres generaciones lo conocieron como parte del
paisaje. Martín Rodríguez, periodista y ensayista nacido mucho después de la
entrada en La Habana, publicó en su cuenta de twitter @tintalimón fotos de
Fidel con protagonistas de primer nivel, muchos de ellos ya fallecidos. Y
escribió “Fidel fue un Zelig al revés. Fotos de él con todos y en todos
los tiempos sin ser camaleón”. Según los sabios de la tribu, era imposible
soportar la agresión estadounidense. Solo lo sostenía el oro de Moscú: era
imposible que sobreviviera a la caída del Muro de Berlín y a la entropía del
“socialismo real”. Pudo, sin embargo.
Se
consagró como orador larguero cuando se defendió en los tribunales de Fulgencio
Batista. “Condenadme, no importa. La historia me absolverá”. Habló y peroró sin
pausa. Acaso fue el mejor predicador de una etapa pródiga en elocuencia
política. Dialogó con las masas, adoctrinó, educó con el verbo. Se explayaba
durante horas porque tenía mucho que decir. Se remontaba a la historia para
llegar a la coyuntura. Una visión coherente del mundo, una ideología que desea
cambiar el mundo debe primero compartirse, explicarse, comprenderse.
El discurso de la Facultad de Derecho mencionado en el epígrafe congregó a miles de argentinos, muchos de los cuales apenas lo conocían, porque era un prodigio de comunicación que se iba extinguiendo.
El discurso de la Facultad de Derecho mencionado en el epígrafe congregó a miles de argentinos, muchos de los cuales apenas lo conocían, porque era un prodigio de comunicación que se iba extinguiendo.
En los últimos años de vida activa fue constructivo
con las nuevas democracias que surgieron en este sur. Los líderes más
radicales, el venezolano Hugo Chávez y Evo, lo admiraban y también escuchaban.
Su mayor consejo era acordar un rumbo común con los gobiernos reformistas de
Brasil y Argentina.
La
relación con el kirchnerismo tuvo momentos de idilio, vicisitudes y conflictos,
como el vinculado con la médica disidente Hilda Molina. Pero primó la alianza
objetiva. La perspicacia política del león devenido herbívoro captaba que cada
etapa tiene su lógica, sus imposiciones.
Su piné trascendió las fronteras de su patria. Su
partida fue un hecho violento, el segundo final del siglo XX. Justo cuando el
acercamiento entre Washington y La Habana, un destello de lucidez, está en
jaque.
El socialismo real es pasado, lejano. Una versión
aggiornada y nítida del fascismo y la xenofobia son el producto actual del mix
entre capitalismo y democracia en muchos países del centro del mundo.
La muerte no sorprende, estaba en las predicciones
y las intuiciones. De cualquier modo, acongoja y refuerza la admiración por el
líder gallardo que jamás hocicó, jamás fue lamebotas, jamás dejó de expresar a
su patria, al son propio de los cubanos.
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